En estos tiempos de fascinación politiquera, muchos dicen que no tenés que votar por la "persona" que sale en la foto y que tampoco regalés tu voto en base a las promesas. Que, en cambio, tenés que informarte, tenés que conocer el plan de gobierno y las propuestas que cada candidato trae respecto a cada problema del país.
Sólo entonces es que ya podés votar por el plan de trabajo que tenga las mejores posibilidades de éxito o que vaya acorde a tu línea de pensamiento.
En resumen, dicen que no debo votar ni por la persona ni por las promesas, sino por el plan de trabajo.
Sin embargo, en mi cabecita hay una idea persistente: Un plan de trabajo de un candidato presidencial es una promesa ¿no? Es decir, técnicamente, un plan de trabajo no es más que un montón de promesas. ¿Por qué? Porque nada de eso se está haciendo, sino que se hará... digamos.
Así que, votar por el plan de trabajo es votar por un montón de promesas.
Ahora bien, cuando encontrás un "plan de trabajo" que parece que puede funcionar... tenés que confiar en que la o las personas detrás de dicho documento harán hasta lo imposible por convertir ese montón de teorías en un montón de prácticas exitosas. Y si necesitás confiar en que la persona "cumpla" su "plan de trabajo", entonces necesitás confiar en la persona, así que, al final, sí votás por la persona.
Ahora imagina que nuestro sistema de gobierno dejara a las "personas/candidatos" fuera de la ecuación de gobierno y sólo votáramos por "planes de trabajo" (es decir "promesas"). Aún así, tendría que haber una comisión o un comité o un ministerio o que trabajara por hacer que ese plan de trabajo llegue a convertirse en una realidad. De nuevo: Gente.
Y si a ese grupo le asignás un grupo de gente que lo audite, tenés que confiar en que los que cuidan a los que ejecutan, lo hagan honestamente. De nuevo: Gente.
Y si a este otro grupo les asignás más personas que los fiscalicen, la historia se repite. De nuevo: Gente.
Los planes de trabajo no se dejan corromper. Las personas sí. Y es por esto por lo que necesitamos gente en la que podamos confiar y no sólo planes de trabajo.
Sin menospreciar las promesas –o lo que es lo mismo, el plan de gobierno–, lo más importante es la persona ya que sin la persona, el plan no se puede ejecutar.
Así que, aunque mi forma de pensar puede ser un poco simplista (y no por eso deja de ser profunda) mi problema en estas elecciones presidenciales no nace de la falta de "planes de trabajo", ya que todos dicen más o menos lo mismo y todos funcionan igualmente bien (en teoría).
Mi problema nace de la ausencia de esa persona en la que puedo depositar mi confianza a través de una X en una papeleta.