Y creo que eso evidencia el problema con tomar una decisión movido por la emoción. Este tipo de elección nunca podrá sostenerse ante el paso del tiempo porque la emoción depende de lo que esté pasando alrededor, incluso si me están mintiendo, pero me están diciendo lo que yo quiero oir, la emoción tomará la decisión equivocada.
¿No hacemos esto también en cuanto a Dios? Es por eso que las decisiones más importantes de la vida no deberían tomarse por completo el domingo, sino esperar a que llegue el miércoles o jueves, cuando lo "más santo" de nuestra semana ya quedó atrás, en la iglesia (donde usualmente dejamos a Dios).
Una decisión que comienza en el sermón del domingo pero que, luego de meditación y una buena dosis de realidad diaria, termina de tomarse varios días después, es una decisión mucho más confiable y tiene más probabilidades de impactar de forma verdadera nuestra vida.
Ya lo dijo Jesús: "Hay quienes reciben con gozo el mensaje, pero luego los afanes de este mundo los asfixian." La ilusión de la emoción es poderosa, pero no es más que eso: una ilusión que se desvanece como vapor al primer viento del día. Por eso es que tantos y tantos en las iglesias, toman decisiones y luego, en el primer problema, en la primera encrucijada, en el primer "costo" de esa decisión... se retractan sin siquiera darse cuenta.
Debemos recibir el mensaje con gozo, es cierto, pero meditarlo en nuestro corazón durante el resto de la semana. Eso es lo que Dios nos dice una y otra vez, por ejemplo, a lo largo del libro de Proverbios.
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