Pregunta: ¿A quiénes nos referimos cuando hablamos del “futuro de Guatemala”?
Respuesta: A los niños.
Todavía recuerdo cuando Pepsi lanzó su campaña del “sabor de la nueva generación” en la que hacía referencia a la generación que venía, la generación del cambio, el futuro de la nación, la generation next.
En ese tiempo éramos nosotros el futuro del país pero ¿en qué momento dejamos de serlo? ¿En qué momento dejamos de ser la esperanza del cambio de la generación anterior y pasamos a ser la generación anterior para depositar en los niños de hoy la esperanza del cambio? Y es que pensar en los más pequeños como el futuro causa problemas serios en nuestra forma de vivir porque eso nos vuelve pasivos e indiferentes. De pronto, ya no tenemos sueños, ya no queremos intentar nada nuevo y ya no creemos que somos el futuro. Nos hacemos viejos en el corazón.
¿O no es cierto que cuando alguien todavía cree que puede cambiar el mundo, nos reímos por dentro pensando que “todavía está joven y hay que darle tiempo para que pierda todo ese idealismo”? Y sin embargo, al mismo tiempo que pensamos eso, tenemos el cinismo de decir que ellos son el futuro.
Y si ellos son el futuro, nosotros somos el pasado, no el presente, porque técnicamente no existe. Es decir, les dejamos la responsabilidad del cambio a ellos y nosotros tiramos la toalla, pero esta forma de vivir no funcionará nunca. ¿Sabés por qué lo aseguro? Bueno, pues porque en algún momento vos y yo éramos el futuro de este país y nuestros “padres” confiaron en que nosotros, de alguna forma, lograríamos un cambio. Y Guatemala está peor que antes. ¿Lo ves? Sacarnos a nosotros mismos del futuro no es la respuesta porque nosotros también…
SOMOS EL FUTURO
Si te quiero regalar una televisión y te digo que podés escoger entre una nueva y una vieja, si sos normal y honesto, vas a escoger la nueva. ¿Por qué? Pues porque lo nuevo siempre es mejor. Hasta las escobas barren bien cuando son nuevas. Y si leemos rapidito el pasaje de Apocalipsis 21:1-5 veremos que ese deseo de las cosas nuevas, es un deseo dado por Dios.
Cristo hace nuevas todas las cosas, incluso a nosotros, los que ya no teníamos ganas de vivir, o que vivíamos con rencor, amargura, vicios que no nos llenaban pero nos entretenían mientras nos iban destruyendo, etc. Cristo puede hacernos nuevos a nosotros, los que ya nos rendimos y nos hicimos parte del pasado de este país. Los que ya no creemos que el mundo puede ser mejor.
¿Y cómo lo hace? Dándonos nuevos sueños, nuevos deseos de vivir, nuevos propósitos, nueva importancia. De pronto, nos damos cuenta de que todavía somos importantes, todavía valemos, todavía contamos para algo. Y eso nos pone del lado de la esperanza, del lado del futuro, del lado del “todavía podemos lograr un cambio”.
Esos nuevos aires nos hacen ser la nueva parte del futuro y nos saca del pasado. Y esto es lo que debemos aprender a hacer:
DEJAR EL PASADO ATRÁS
Todos, en algún momento o bajo alguna circunstancia, hemos dicho que el pasado era mejor. Que antes todo era mejor. Sí, vos también lo has pensado. Y en Eclesiastés 7:10 dice la Biblia que dejés de pensar así porque eso no es sabio. El pasado es el pasado, quedó atrás y no volverá, haya sido malo o haya sido bueno. Lo importante es dejarlo ahí a donde pertenece, pero sin nosotros. Lo importante es que nosotros no nos quedemos ahí guardados junto con todos los recuerdos. Justo como lo dice Pablo en Filipenses 3:12-14.
De la misma forma, Dios mismo dice en Isaías 43:18-19 que dejemos de vivir de los recuerdos de las grandes cosas que él ha hecho. Que sí debemos recordarlas, pero que ya no vivamos ahí, en el baúl del ayer, porque él siempre está haciendo cosas nuevas, cosas más grandes, cosas frescas. Él siempre está renovando todo lo que hace por nosotros.
¿Qué pasaría si mañana decido que voy a manejar mi carro hacia el trabajo, pero viendo siempre hacia mi casa? Tarde o temprano (y será más temprano que tarde) voy a chocar con otro vehículo, voy a atropellar a alguien o me voy a ir al fondo de un barranco. Y aunque el ejemplo parezca ridículo –y lo es–, es así como muchos de nosotros vivimos la vida: siempre viendo hacia atrás, mientras avanzamos hacia delante.
Si Dios es capaz de decirnos que ya no vivamos en los recuerdos de lo que él mismo ha hecho y vivamos en lo que sigue haciendo, es porque podemos manejar hacia delante y ver hacia delante. Eso es dejar el pasado en el pasado. Entender que si estamos vivos todavía tenemos esperanza. Si estamos vivos, todavía hay sueños. Si estamos vivos, todavía hay un propósito que cumplir. Si estamos vivos, todavía podemos seguir a Jesús y ser hechos nuevos.
Manejar el carro de la vida de forma correcta es dejar el pasado en el pasado mientras seguimos hacia el futuro. Porque nosotros, si estamos vivos, todavía somos el futuro. Todavía somos como niños que pueden cambiar el mundo. Todavía podemos soñar con una vida mejor. Y eso es lo mejor de todo, que Cristo dijo que debíamos ser como niños para entrar en el reino de los cielos, porque en ese reino sólo hay futuro y más futuro. En ese reino no se vive en el pasado, sino siempre en el futuro, siempre en lo que está más adelante, en la próxima meta, la próxima victoria.
Vos sos el futuro de Guatemala. Entendelo de una vez y celebrá el DDN como el niño que todavía sos. ¡Nosotros todos, sin importar la edad biológica, somos el futuro!