martes, 14 de junio de 2011

¿Por qué alabamos?

"Redimidos"... ¡Qué nombre el que nos da la Biblia!
Cuando pienso en este término, pienso en alguien que ha sido secuestrado y rescatado, y es esa imagen la que me impacta, porque alguien que ha sido secuestrado no necesita música relajante, pastillas antidepresivas o pláticas motivacionales; un secuestrado necesita ser rescatado y punto. No importa cómo, no importa cuándo y no importa dónde. Simplemente necesita que alguien lo libere.
Además, un secuestrado no decide quién lo salvará, cómo ni dónde lo hará. Un secuestrado no puede hacer nada más que esperar que la libertad llegue y, cuando llega, ni siquiera puede decidir si quiere ser libre o no; esto es lo que me fascina de este término: "Redimidos".
A veces hablamos de "aceptar a Cristo" pero la verdad es que nosotros no tenemos nada que aceptar y no podemos "encontrar" al Señor, porque estamos presos.
Nosotros sólo podemos esperar, en nuestra cautividad, a que la mano de Dios llegue y nos libere.
Tampoco podemos escoger cómo ni dónde lo hará. Puede ser de noche o de día, en una iglesia, en el cine o en la camioneta, por boca de un pastor, un evangelista o un amigo.
Es más, un redimido sólo se da cuenta de que su cautividad en el momento en que el Libertador llega a liberarlo.
¡Y es por eso que, al ver la incapacidad en la que estábamos sumidos, la única reacción natural de los redimidos sea cantar y alabar a Aquel que nos liberó!

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