jueves, 23 de julio de 2009

LO QUE SÉ DE PUBLICIDAD LO APRENDÍ EN LA IGLESIA (dos)

Acabo de regresar de almorzar y estuvo muy bueno, pero quedé verdaderamente lleno. Como dirían por aquí: "no tengo giro". Lo que me lleva al segundo punto de la serie PUBLIGLESIA: Saturación.

¿Alguna vez han visto una campaña tan masiva, tan avasalladora, tan omnipresente que literalmente están a punto de vomitarla? En Guatemala pasó algo similar con la publicidad de un mega evento de Dante Gebel, Luis Palau y Yuri. Aunque, obviamente, yo estaba contento por el evento, tuve que aceptar que la publicidad fue exagerada. No estoy discutiendo si cumplió con su cometido o no, sino lo terrible del volumen que manejó.
La saturación es una cosa que puede parecer beneficiosa, pero si comparamos la publicidad o la iglesia con la comida, vamos a entender que la saturación puede ser dañina.

PUBLICIDAD
Hace unos días estuvimos en el Festival de Antigua con la gente de la agencia. Un evento demasiado protocolario (para mi mal gusto, lo sé), con varias conferencias buenas y otras que no valieron la pena. Al final, el Festival estuvo bien. Sin embargo, el participar de un banquete de ideas como ese, nos llenó. Nos sobresaturó. Quiero decir que hoy, varios días después del encuentro, todos en la agencia siguen "teniendo" las mismas grandes ideas expuestas por los conferencistas.
Así es, ahora todos quieren hacer una campaña en la web, una campaña que no parezca campaña, una campaña con gente de verdad, etc. Todos quieren replicar lo que vieron en el festival. ¿Lo ven? Nos llenaron de tanta información que varios días después aún seguimos vomitándola. Y además, creemos que el vómito está genial.

IGLESIA
Inevitablemente, al ver esto en la agencia, me di cuenta de que en la iglesia pasa lo mismo. Creemos que lograremos un crecimiento en las personas con llenarlos de programas, servicios, trabajo, etc. Creemos que mientras más servicios tenga una iglesia, más sana será o que mientras más libros de la biblia lea una persona al día, más santa será. La verdad es que, aunque el pavo esté relleno de cosas sabrosas en navidad, el pavo sigue estando muerto.
La clave es no saturarnos. No llenarnos hasta vomitar. Sino comer lo necesario todos los días y metabolizar lo ingerido. Es decir, leamos un capítulo, un versículo o un pasaje al día y apliquémoslo a la vida, meditemos en él, pensemos qué quiere Dios que ese pasaje haga en nuestra vida ¡y hagámoslo!
Y al día siguiente, volvamos a comer.
El crecimiento espiritual, como el físico, es gradual y no se logra atiborrándose de comida el domingo y pasando hambre el resto de la semana, sino gracias a que la persona come lo necesario todos los días. Hagamos lo mismo con Dios. No nos atiborremos el domingo de "santidad" y biblia, sino que comamos lo necesario todos los días, porque nuestra necesidad es diaria.
Comer hasta vomitar no es nada bonito y la religiosidad hipócrita tampoco.
No vomitemos. ¿De acuerdo?

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